HERMES, EL CONDUCTOR DE ALMAS

HERMES, EL CONDUCTOR DE ALMAS
Ficha técnica
Editorial:
SEXTO PISO EDITORIAL
Año de edición:
Materia
RELIGION
ISBN:
978-84-96867-61-1
Páginas:
113
Encuadernación:
Otros
Disponibilidad:
Descatalogado
Colección:
VARIAS

16,35 €

Hermes, el conductor de almas es la segunda entrega de la serie Imágenes primigenias de la religión griega, preparada por el maestro Karl Kerényi, uno de los grandes conocedores del espíritu de la religión antigua. Guiado por su característica erudición, el autor realiza en la primera parte del texto un recorrido por la transmisión clásica ―la Ilíada, la Odisea, los Himnos―, que nos enseña ya a un Hermes concebido no tanto como «mensajero de los dioses» ―como usualmente se le ha etiquetado―, sino como un verdadero «guía» que permite, de manera inesperada, «encontrar» y «descubrir» caminos no vistos, símbolos no percibidos. Por ello se le asocia a esferas tan disímiles como el amor, el robo, los rebaños, la muerte, la noche, en las que la acción del dios es percibida como un «arrebato» ambiguo que puede conducir del terror a la fascinación, de la oscuridad de la noche a la luminosidad del día.
Comprendemos, por tanto, que la segunda parte de la obra se titule «El Hermes de la vida y de la muerte», pues para Kerényi es la dialéctica implícita en estos dos elementos la que mejor expresa la esencia de este dios. A partir del análisis de su relación con Eros, con las diosas, y de la interpretación de las hermas y las vasijas que lo representan, descubrimos a un Hermes que «irrumpe desde lo inframundano» para revelar a los hombres el misterio último del mundo: que «la vida luminosa emerge mágicamente del abismo tenebroso y oscuro de la muerte».
No es entonces casual que, como lo expresara a Hermann Hesse en una carta de 1942, Kerényi estuviera absolutamente cautivado por el espíritu de este dios, su «favorito», al grado de proponer que lo «hermético» debía ser considerado, junto con lo apolíneo y lo dionisíaco, como una tercer categoría para la interpretación del hombre y la cultura. De ahí las palabras con las que el autor cierra este libro, que es en realidad un homenaje al dios: «Aquel que no teme los peligros de las profundidades ni a los caminos más nuevos, aquellos que Hermes siempre está dispuesto a abrir, que como investigador, intérprete o filósofo de los más grandes hallazgos, le siga y alcance las posiciones más seguras. Para todos aquellos que la vida representa aventura ―ya sea la del amor o la del espíritu― él es el guía universal».

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